El gusto de rendirse
No hay nada que hacer, voy a disfrutar de esto.
Este es uno de esos textos que he escrito en un momento en el que estaba enchufado a una sensación y que las palabras salían con naturalidad. He perdido la cuenta de los intentos de revisiones que he hecho, y el texto está prácticamente como el original. Casi todo cambio se sentía que restaba, alborotaba o hacía más pesado el mensaje. Esta vez arriesgaré precisión y comprensión para que podáis disfrutar de su fina crudeza. Tal vez queráis leerlo desde el cuerpo, como ha sido escrito.
No sé qué voy a escribir.
Solo sé que me gusta ese estado.
Lo conozco.
No siempre que estoy agotado entro en él, de hecho, es bastante nuevo que lo haga.
El agotamiento me ha activado muchas veces la lucha.
O eso creo.
Sí: seguir tirando, modo supervivencia, hasta que llegase la noche o cayera colapsado.
Hace poco me enteré de que a esto último se le llama shutdown.
Recuerdo especialmente una vez, de cuando entrenaba sin parar, me implicaba sin parar, seguía sin parar. No recuerdo muy bien la época de mi vida, ya vivía solo y, por lo tanto, ya no entrenaba como un loco. ¿O sí?
Da igual.
Esa vez la recuerdo porque fue la más fuerte.
No podía moverme de la cama.
Por dentro estaba tranquilo,
sabía que no me pasaba nada peligroso.
Simplemente, no respondía a lo que me hablaban o a mi mente racional diciéndome que debería…
Igual os sorprende si os digo que le tengo gusto a esa sensación XD.
No a la de no poder hacer nada,
sino a la sensación de rendición,
que, como poco, tiene un gran solape con ese momento que os describo.
Históricamente, no ha sido una sensación a la que haya conectado a voluntad.
La obsesión por hacer de la que ya os he hablado otras veces no me dejaba parar. Y, aunque hubo un tiempo en que me sentía hasta orgulloso de lo duro que yo era por mi fuerza de voluntad —que lo es—, hace tiempo que me di cuenta de que ese era un lugar insano, incluso masoquista, desde el que vivir.
También lo he sentido cuando la vida me ha dado un golpe duro en el ego —en el sentido de mis mecanismos de defensa—.
O en momentos previos a enfermar de gripe, o algo parecido. Casi como indicador de un estado de inmunodepresión y/o de que las energías de mi cuerpo están enfocadas en combatir al bicho.
Como un off en una parte de mi sistema nervioso.
Pues esa sensación la he tenido esta semana también.
Esta vez con cansancio, pero sin colapso.
Y no sabía colocarlo,
hasta me he puesto nervioso,
¿Otra vez me he pasado tanto? ¿Me voy a poner enfermo?
Parece que no.
No sé qué ha cambiado.
Solo sé, que puedo empezar a entrar a semi-voluntad a este estado.
Conectando con mi cuerpo con las sensaciones vividas en esos momentos.
Como si usase mi empatía para entender y sentir lo que el Urtats de ese momento sentía (por cierto, una técnica parecida a la que usaba para dar mi mejor charla).
Y es una sensación supergozosa.
No-reactividad.
Aceptación de la vida.
Humildad.
Apertura a lo que la vida traiga.
Tal vez la palabra rendición no os resuene.
Que a veces se equivoca con derrota,
apalizamiento,
humillación.
Sí, esos escenarios pueden abrir la puerta a esta rendición de la que hablo.
Una rendición que se siente a tranquilidad,
a un, “no hay nada que hacer”,
a un “voy a disfrutar de esto”.
Y aunque con voz bajita y cansado,
fue un momento que pude disfrutar mucho de observar y estar con mi hija.
Nada que hacer.
Todo por gozar.
Un beso para esos sistemas nerviosos reactivos ahí fuera.
Os deseo rendición.
Urtats



¡tak!