No estás solo
La maravilla de conectar y el respeto a la soledad.
Hace poco leía sobre la dificultad que tienen algunas personas con profundidad intelectual y/o emocional para llenar sus necesidades relacionales.
No por falta de relaciones afectuosas, sino porque encontrar un match que resuene dentro y no sepa a poco puede ser difícil.
Me sentí muy identificado.
Mucho de esto entendí cuando me encontré con mi mujer, hace 6 años.
En un mes compartí con ella lo que no había compartido antes con nadie.
Ni familia, ni amigos, ni relaciones de pareja de larga duración.
Ni siquiera con aquellas personas con las que había vivido más aventuras y pasiones, esas con las que más había compartido mi entusiasmo por la vida.
Y no era por falta de interés.
Siempre ha habido dentro de mí un profundo deseo de conectar con otros. Simplemente, no había hueco.
Algunas veces, lo que compartía con entusiasmo encontraba al otro lado a alguien que lo sentía como un ataque a su inteligencia.
Otras veces, miradas que decían “qué raro eres”… o simplemente puro desinterés.
Y había partes de mi diálogo interno que parecían tan ajenas a los demás, que mi sistema ni siquiera yo me daba cuenta.
Hoy puedo verlo: tal vez siempre me he sentido solo en ese sentido,
aun estando rodeado de afecto o de esa supuesta pertenencia y seguridad que me ofrecía la familia y amigos.
Tal vez les valía a ellos.
Tal vez tampoco, quién sabe.
Ha sido largo el recorrido hasta darme cuenta de que para mí no lo era.
Y que existen otras posibilidades.
La semana pasada lo volví a recordar.
En una llamada de treinta minutos con un amigo, después de más de año y medio sin vernos, esa conexión intelectual ocurriendo sola, sin esfuerzo.
Conversaciones tan naturales que las palabras nacen sin fricción,
por el mero hecho de tener enfrente a alguien que entiende cada matiz, que usa el mismo idioma, con la misma profundidad.
Presencias ante la que mis ideas surgen y se forman claras, donde palabras sueltas tienen un significado que ambos sabemos que entendemos, no necesitan de explicación y co-evolucionan en una conversación rica, sin necesidad del esfuerzo ni tácticas de comunicación que he necesitado desarrollar para hacerme entender en otros entornos.
Este encuentro me recuerda cómo, ante las personas adecuadas, en el momento adecuado, las dudas y la sensación de incomprensión se esfuman. Dejando paso a la alegría que me hace dar saltos y agitar los brazos de entusiasmo.
Y curiosamente, son estas personas las que, por contraste, me han mostrado una sensación de soledad particular.
La compañía de estas personas llena tanto, que el resto palidece en comparación.
Y los cientos de conocidos y decenas de ex-amigos toman un lugar diferente.
Más real, acorde con lo que sabes que puedes llegar a compartir en las circunstancias adecuadas y lo que realmente compartes.
En mi juventud y adolescencia, no te hubiese dicho que me sentía solo.
Las cosas eran así, no podía ser yo —o al menos solo superficialmente— no podía hablar de muchas cosas y vivía amoldado a la normalidad.
Había un malestar que no estaba a flor de piel, ya que vivir y relacionarse de otra manera parecía inimaginable en un entorno en el que la familiaridad —en el sentido literal— se confundía como conexión.
Hoy te digo, que si empatizo con el Urtatsito de ese momento,
esa es la peor de las soledades que he sentido.
Ansiedad,
Un gran espacio dentro de mi pecho.
Una nube gris y triste que rellenaba el hueco entre mi yo pequeño y mi carcasa externa. Así es como puedo describir aquel sábado con 13-14 años sentado en el sofá de casa de mi amama.
Hasta que la vida me fue ofreciendo otras posibilidades:
personas con las que podía repetidamente reír hasta llorar por aparentes chorradas,
proyectos emocionantes por los que estaba encantado tener que dormir menos —una de las cosas que más me gusta en la vida XD—,
personas con las que explorar el mundo y con los que co-desarrollar mi idioma.
Reformulando, experiencia tras experiencia, esa supuesta normalidad, ese vacío y lo que para mí es conexión y amistad.
Hoy, cuando siento soledad, es algo distinto.
Sí, a veces me siento solo.
Y estos días son uno de esos momentos.
No es una sensación agradable.
Pero tampoco lo peleo (o al menos no tanto como antes XD).
Me siento con ella.
Y algo en mí lo reconoce como limpieza o reseteo.
Algo que hace espacio para lo que venga.
Desconozco cuál es su función, pero la respeto.
A su vez, no puedo dejar de ver que, esta soledad existe gracias a las relaciones profundas que le preceden.
No hay una sin la otra: son las dos caras de la misma moneda.
Y aprovecho este momento para agradecer estas relaciones.
También recuerdo que en el pasado, al otro lado de esta sensación, he encontrado la mayor de las conexiones conmigo mismo. Como si fuese necesario perderse para reencontrarse desde un nuevo lugar.
Y que, la vida siempre tiene sorpresas que ofrecerme:
nuevas maneras de conectar fuera de antiguos paradigmas,
como mi hija y la nueva conexión con mi mujer.
Quizá de esto va la cosa:
de aprender a vivir el aire fresco y las nubes grises,
y dejarse sorprender por lo que esté por venir,
sabiendo que todo es parte del mismo cielo.
Un abrazo.
Urtats


