Tengo una imagen grabada a fuego:
un atleta al que entrenaba, corriendo, tronco superior disociado del inferior.
Cuando estaba sereno, no corría así.
Corría lo que, con el tiempo, he descrito como “entero”.
En cambio, cuando estaba enfadado, frustrado, rabioso…
su cuerpo se disociaba.
Su técnica de carrera cambiaba.
Del pecho para arriba se movía de una manera.
Sus piernas iban por otro lado.
Y, una y otra vez, observé que el atleta disociado pendía siempre de un hilo,
cerca de la lesión o lesionándose.
Considero que los factores más influyentes de lesión para este tipo de actividad atlética son: la fatiga, los cambios bruscos en cargas de entrenamiento (tanto hacia arriba como hacia abajo), y una biomecánica inadecuada.
Todos ellos entremezclados entre sí,
y a su vez relacionados con factores estructurales como la postura, movilidad y/o rangos de fuerza.
Y en una capa más profunda, algo que influye en todos ellos:
El estado interno (psico-neuro-emocio-como-quieras-llamarlo) desde el que se ejecuta el ejercicio.
A.k.a. El desde dónde se ejecuta.
Siento que este cúmulo de experiencias, condensadas en esa imagen que tengo grabada, fue un punto de inflexión para mí.
Puso orden a intuiciones que ya habitaban en mí,
y las bajó a tierra con la fuerza innegable de la evidencia práctica.
Fue una puerta de entrada a una comprensión más profunda de la complejidad del movimiento humano. Después confirmada con muchos otros atletas.
A los atletas entre los lectores, tal vez esto os ayude a entenderos un poco más.
Y, tal vez también, a entender las limitaciones de los entrenadores en los que confiáis.
Pero para mí, sobre todo, es un ejemplo más de que el desde dónde se hacen las cosas lo cambia TODO.
Y esa imagen que tengo grabada, me sirve hoy como referencia para mirar y cuidar el lugar interno desde el que ejecuto las cosas.