Capítulo 1: Vuelta a empezar de cero.
Guía para el emprendedor polifacético - O cómo construir una vida cuando tu cerebro no puede seguir líneas rectas.
El post de hoy es diferente. En realidad, no es un post, es un borrador inicial de un futuro libro. Esperad faltas, frases sin terminar y una estructura aparentemente caótica. Os voy a mostrar como funciona mi cerebro en creación y como la obra toma la forma que quiere tomar, capítulo a capítulo, párrafo a párrafo.
Nota friki: Si os gustan los bucles de realimentación que se encadenan y se alimentan os gustará ver como escribir me lleva a gozar y a escribir más.
Vuelvo a estar frustradísimo.
Vaya puta mierda.
Meses de trabajo y vuelvo al mismo sitio.
No se nada de mi negocio.
Sé poco de mi vocación.
Ni sé cuál es la diferencia entre ambos, ni la diferencia con un hobby, o si acaso la hay. No sé lo que estoy haciendo…
… y no es la primera vez que estoy aquí.
Un click parecido
Lo que me ha hecho click es, también, algo conocido.
Encuentro una cosa que se me puede dar bien, siento que puedo disfrutarlo, incluso osaría decir que el resto de mi vida (algo que como verás, es mucho decir para mí), veo que hay mercado, la analizo y digo…
¡Si es superchungo entrar ahí!
La competencia es muy grande, el mercado está madurando y yo, estoy empezando de cero.
¿De verdad quiero dedicarle el tiempo que requiere algo con bajas probabilidades de éxito?
Emprender es de locos
En realidad, si lo analizamos detalladamente, emprender es de locos.
Vale… no voy a ser categórico.
Si pones un carrito de bocatas a la salida de una discoteca con borrachos hambrientos, es bastante probable que vendas todo.
Pero, crear una startup a partir de una idea que crees disruptiva o dar respuesta a una necesidad que la gente —por inconsciencia o hábito cultural— no está buscando, es de locos.
Los números hablan, el noventaymucho porciento de estas ideas no llegan a negocio y los que llegan duran poco.
De Locos y necesitados
Imán de ignorantes soñadores que no son consciente de lo complejo que es todo y lo difícil que es sacar las cosas adelante.
De obsesos que están dispuestos a cualquier cosa por dinero.
De gente que no tiene miedo a dormir en un colchón, pero tiene miedo a no tener dinero, a no sentirse validados por el dinero y un largo etc de carencias emocionales que se tratan de cubrir a base de la herramienta más útil que hemos inventado.
De gente necesitada a la que no le dan trabajo, como mis vecinos Marroquíes, a los que la sociedad los mira con recelo y la única vía que ven es trabajar de sol a sol en su negocio de frutería, rebuscar objetos que puedan vender en las basuras o robar a viejas (otro tipo de emprendimiento, con otro tipo de riesgos).
¿Quién en su sano juicio querría emprender?
Y aquí estoy yo…, intentándolo.
O estaba, ya no sé.
En realidad, no quiero emprender
Ni estoy tratando de inventar el nuevo iPhone.
Esa fase ya pasó.
Ni es mi única alternativa para ganarme el pan.
De hecho, algunos se aventuran a sugerirme que es la peor que tengo.
Ni deseo toneladas de dinero a toda costa.
Solo en momentos en los que me cago en todo, pero me dura lo que me dura el enfado, poco.
Mi primer emprendimiento exitoso
Me llegó pronto, qué tendría ¿15 años?
Aunque en aquel entonces no lo consideraba como tal.
Me gustaba jugar a Magics, y en un mercado online aún inmaduro compraba y vendía Magics por eBay para pagarme mis propias Magics.
Me gustaba ganar dinero, pero porque el dinero me permitia jugar a lo que quería.
Hoy no es diferente, jugar la vida es lo que me gusta.
La necesidad de dinero
Menuda herramienta hemos inventado los humanos.
Superútil este papel de colorines con diferentes números que si se lo das a la persona adecuada te lo cambia por comida o incluso una casa.
Tan útil es este instrumento, que, como tantas otras tecnologías y herramientas, ha pasado de ser algo superútil que todo el mundo quiere tener, a algo de lo que es central en nuestras vidas y de lo que dependemos.
Hasta el punto en el que el crecimiento del mundo se mide en métricas como el PIB que lo tratan de cuantificar a través del dinero.
La universidad, mi mejor opción
Sigo sin encontrar una alternativa que, sobre el papel, me ofrezca más facilidades institucionales para hacer lo que quiero hacer que la universidad.
Enseñar, reducciones de jornada, emprender desde dentro, excedencias, investigar al gusto… son instrumentos que supuestamente me ofrece trabajar como profesor en la universidad.
Instrumentos con los que parecía obvio que podría construir la vida que quiero construir, una vida tranquila con la que satisfacer mis intereses intelectuales y materiales. Y que, después de unos meses de lucha interna entre un rechazo somático y mi la negación de mi raciocinio a soltar la idea de la idoneidad de este trabajo… lo dejé.
Justo antes de que saliese una plaza idónea para mí para quedarme a tiempo completo.
Salto al vacío
La única vía que se me ocurría era darle otra oportunidad a emprender.
O ni eso, simplemente soltar, confiar en nuestra capacidad como familia de encontrar nuestras propias soluciones y ver venir.
Cuando me preguntaban por qué lo dejaba, nuestro plan era irnos a Azores (u otras islas) a vivir un tiempo.
Mi mujer se vuelve loca conmigo
Bueno, aunque creo que ya me está pillando el tranquillo, está empezando a saber a no tomar literalmente lo que digo y a bailar con este chalado divertido con el que se ha casado.
En el último año, he hecho planes para que nos vayamos a emprender y vivir barato a Vietnam, he mirado para comprar empresas de jubilados, he montado una granja de permacultura en papel, nos he movido por el mundo a diferentes Workaways, he montado un gimnasio en la naturaleza de Santo Tomé y otro largo etc que como mucho pasaron de idea a papel.
A ver, visto así, entiendo que le vuelva loca.
Afortunado yo que esté abierta a todas mis locuras.
Y solo os he contado las que me acuerdo a bote pronto del último año.


